Si eres de los que les cuesta decir que no, utiliza esta técnica basada en cinco preguntas y di que sí pero lentamente y con argumentos.
Muchas personas tenemos dificultades diciendo que no cuando nos piden algo que no queremos o no podemos hacer. Por eso he compartido anteriormente y en diversas ocasiones diferentes técnicas para aprender a decir que no.
Sin embargo, si a pesar de haberlas aplicado aún tienes dificultades para decir que no y te debates entre cómo decirlo y, sobre todo, cómo justificarlo sin que piensen que tienes poco interés o falta de compromiso con un tema o una persona, te invito a que cambies de enfoque y en lugar de fortalecer el decir que no, afines cuándo y cómo dices que sí.
En general, puede decirse que para la mayoría de nosotros, por más que nos cueste decir que no, hay dos grupos de personas a quienes se lo decimos con más facilidad: a las personas más cercanas y a los más distantes a nosotros. Es decir, por un lado a nuestro núcleo familiar o quienes viven con nosotros. Y por el otro, a las personas que no conocemos para nada y que quizás nunca vayamos a conocer, como por ejemplo quienes nos llaman por teléfono en medio de una campaña de mercadeo.
Analízalo. Seguro que hay a quienes les sale con más facilidad el no, pero por más difícil que te parezca a ti decir que no, con certeza te sientes más decidido y confiado diciendo que no a aquellos con quienes tienes más confianza como tu pareja, tus papás o tus hijos y a aquellos que te llaman para ofrecerte un seguro o una tarjeta de crédito telefónicamente, que a un amigo, a un compañero de trabajo o incluso a tu jefe cuando te piden un favor.
Y es que no importa qué tan ocupados o comprometidos estemos, seguro que cualquier persona que no pertenezca a una de estas dos categorías o grupos de personas – los más cercanos y los más distantes – nos representa un mayor reto al momento de decirle que no. Especialmente en todo lo referente al trabajo en donde siempre se espera – o suponemos que se espera – un sí como respuesta a cualquier petición que se nos haga.
Por esto, te invito a que cuando tengas dudas frente a algo que te pidan y para evitar decir que sí ante la próxima petición que te hagan sin detenerte a pensar sus consecuencias, respondas pero lentamente. Es decir, di que sí pero después de que quien te haya pedido algo te haya respondido estas preguntas:
¿Por qué me estás pidiendo esto a mí? Esta pregunta sirve para validar, sin suponer, si nos están pidiendo algo porque somos la única persona que puede hacerlo, porque nos corresponde o si es porque estamos más cerca, porque fuimos la primera persona que nos cruzamos en su camino, porque tenemos muy buena disposición o si simplemente ni siquiera hay un criterio por el cual nos lo están pidiendo y fue una solicitud casi que automática y sin raciocinio.
¿A quién más se lo has pedido? Con esta pregunta estarás ayudando a la persona que te hace la solicitud a validar nuevas alternativas y a que analice qué otras personas potencialmente podrían ayudarle. Podemos indicarle quién más tiene capacidad, competencia y quizás hasta más tiempo para hacer eso que nos está pidiendo. Muchas veces nos piden las cosas a nosotros por cercanía física o por comodidad o por falta de análisis, mientras que a otras personas ni se les considera para pedirles algo.
¿Qué quieres decir cuando manifiestas que esto es urgente? Este punto es clave, especialmente para los imprevistos o todo aquello que nos piden con afán, indicando inclusive que se requiere con tal urgencia que debemos dejar a un lado aquello que estamos haciendo. Fija entonces claras expectativas en cuando a la fecha y hora de entrega requeridas, en lugar de suponer o dejarte impulsar automáticamente por un mensaje genérico y alarmante de urgencia. El nivel de urgencia no debe medirse de manera cualitativa sino cuantitativa, en minutos o en horas.
¿Si solo pudiera hacer una parte de lo que me pides, cuál sería? Con esta pregunta vas a poder entender qué se quiere lograr y no simplemente que es lo que te están pidiendo hacer. Te ayudará a ti y a tu interlocutor a tener criterios de priorización, delegación e identificación de qué vale la pena realmente hacer, qué es deseable y qué componentes o elementos de lo que se te ha pedido no son obligatorios ni necesarios. Así, podrías decir que sí pero solo a aquello que es vital y evitarías ocuparte en aspectos innecesarios y demandantes de tiempo.
¿Qué podría dejar de hacer o posponer de lo que ya me he comprometido? Uno de los aspectos claves cuando decimos que sí, es que llenamos nuestra agenda con más cosas por hacer y podría llevarnos a sobrecomprometernos y por ende tener que trabajar tiempo adicional o a quedar mal con alguno de los compromisos previamente adquiridos. Así que, especialmente cuando tu jefe te pide algo más, pregúntale cuál de las tareas con las que ya te habías comprometido podrías renegociar o incluso dejar de hacer para poder cumplir con esta nueva que se te está pidiendo. Con esto, entre los dos y con una visión integral podrán priorizar todo aquello que tengas pendiente por hacer.
Ten en cuenta que preguntar más es una buena práctica para tomar decisiones de manera más acertada y que las respuestas a estas cinco preguntas te serán útiles para tener argumentos y elementos en los cuales soportar tu decisión y no simplemente decir que sí rápidamente y luego quedarte angustiado por haber dicho que sí, sabiendo que que querías decir que no, y pensando en las consecuencias que tu apresurada respuesta tendrá en tu manejo del tiempo.
Así que antes de aceptar o decir que sí a la próxima solicitud que te hagan o a un imprevisto que te llegue, siempre pide más información y recaba elementos suficientes que te permitan decir que sí lentamente y solo cuando tenga sentido.
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