Tenemos múltiples fuentes y formas de distracción, pero si no hacemos nada para evitarlas o controlarlas, realmente estamos eligiendo su interrupción.
En el mundo actual contamos cada vez con más elementos que nos distraen, alejándonos de lo que estamos haciendo y captando nuestra atención hacia algún otro lugar. Las formas y tipos de distracciones son incontables. Desde herramientas de trabajo como el teléfono, los sistemas de mensajería y el correo electrónico, pasando por los compañeros de trabajo que se arriman a preguntarnos algo cuando estamos concentrados trabajando o nuestros familiares cuando estamos trabajando desde casa, hasta situaciones personales, que por falta de metodologías y herramientas adecuadas para gestionar nuestro día a día, hace que nos distraigamos.
Sin embargo, las distracciones no son algo totalmente nuevo. Siempre hemos estado expuestos a hechos y situaciones que nos han distraído y que han robado nuestro tiempo. Como un ruido que escuchamos a lo lejos, una conversación cercana a donde estamos, un pájaro que se posa frente a la ventana y llama nuestra atención y hasta el simple hecho de elevarnos pesando en algún plan o proyecto futuro, cuando deberíamos estar concentrados trabajando en la tarea que tenemos al frente.
Lo que pasa es que ahora, gracias a la tecnología, a la conectividad y a la globalización, tenemos cada vez más distracciones, que minan nuestra capacidad de concentración todo el tiempo y por ende nuestra productividad. Además, nos es muy difícil discernir cuáles herramientas tecnológicas nos agregan valor y cuáles y cuándo nos están distrayendo. De allí que estudios hayan demostrado que una persona promedio pierde por lo general el 28% de su día debido a interrupciones.
TIPOS DE DISTRACCIONES
Seguramente estarás pensando que controlar o evitar las interrupciones y distracciones no es tan fácil de hacer como de decir. Y en parte tienes razón, ya que las distracciones ofrecen estímulos veloces y continuos a nuestro cerebro. Y su novedad las vuelve sumamente tentadoras.
Sin embargo, hay formas de prepararnos para neutralizar las distracciones. Pero para hacerlo de una manera exitosa debemos entender que existen cuatro tipos de distracciones o interrupciones, tomando en cuenta el control que se posee sobre ellas y si resultan estimulantes o molestas, y que dependiendo del tipo de distracción es la solución que podemos darle:
Distracciones molestas no controlables (ej. Las visitas inesperadas en el puesto de trabajo y el ruido que hacen los compañeros de oficina o de las personas con las que vivimos).
Distracciones molestas controlables (ej. Las notificaciones de los celulares y del correo electrónico).
Interrupciones divertidas no controlables (ej. Una conversación de unos compañero de trabajo).
Interrupciones divertidas controlables (ej. Las redes sociales y el WhatsApp).
¿QUÉ HACER?
Siempre que sea posible, las distracciones deben prevenirse, aplicando acciones correctivas o preventivas, según las circunstancias personales, el cargo que desempeñemos y el estilo de cada uno. Lo importante es tratar de controlarlas cuando sea posible, que aunque no sea siempre, tampoco podría decirse que sea nunca.
Y aunque el panorama pareciera desolador, no lo es. Pues está en nuestras manos tomar medidas y acciones para controlar todas las distracciones. Sí, todas. Pero depende de nuestra decisión. De allí el dicho que si algo nos distrae tres veces no es una distracción sino una elección.
“Si algo nos distrae tres veces no es una distracción sino una elección”.
Veamos algunas recomendaciones que te pueden animar a aplicar mecanismos para disminuir las distracciones que te afectan en tu día a día:
Aíslate para trabajar en un lugar en donde no te interrumpan, vete a trabajar a otro lugar o avisa a los demás que estarás ocupado y que no te pueden interrumpir.
Desactiva las notificaciones del celular, ponlo en modo avión o hasta déjalo en un lugar lejano, como otro cuarto, a fin de eliminar la tentación de tomarlo.
Cierra los sistemas de mensajería en lugar de tenerlos abiertos todo el tiempo.
Hay llamadas telefónicas que puedes rechazar para atenderlas luego, en un momento de menor concentración.
Evita responder correos y mensajes inmediatamente te lleguen. Decide cuándo quieres dedicarles atención en lugar de que sean ellos los que te dominen.
Pide a tus compañeros que no charlen cerca de tu escritorio o puesto de trabajo.
Usa audífonos que neutralicen ruidos externos y, si te ayuda, escucha música relajante para apartar aún más los ruidos que te distraen.
Limita las conversaciones con tus compañeros de trabajo a momentos específicos de descanso y socialización.
Utiliza aplicaciones que que te ayuden a reducir tu tiempo en pantalla y que neutralicen las notificaciones.
Define horarios estrictos y limitados para responder el correo electrónico, para revisar los sistemas de mensajería y para entrar a las redes sociales.
Establece con tu equipo horarios o espacios para evitar las interrupciones, a fin de permitir el enfoque de todos.
Limpia y despeja tu espacio de trabajo, disminuyendo o eliminando estímulos físicos y electrónicos que pueden generarte distracciones.
Cierra todos los documentos y programas que no estés utilizando en este momento. En lugar de dejarlos abiertos para recordar lo que tengas por hacer, regístralo en tu lista de pendientes.
Finalmente, las situaciones que no puedas controlar, al menos las puedes contener. Tras la interrupción debes retomar el control de la atención lo más pronto posible y redirigirla a la tarea que venías haciendo.
Ten en cuenta que el verdadero aprendizaje y la productividad solo ocurren cuando estás verdaderamente concentrado y en control total de tu atención. Enfocarse significa poner la atención exactamente en dónde debería estar.
Si aplicas las recomendaciones que te dimos en esta publicación, ayudarás a mantener el control de tu atención y estarás en un estado constante de proactividad. Mientras que si sigues dejando que las distracciones e interrupciones sigan formando una parte activa y permanente de tu vida, te mantendrás en un modo reactivo y gastarás la mayor cantidad de tu esfuerzo y energía diarias en atender cosas y situaciones que le importan a otros en lugar de atender tus propias prioridades.
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