Las pequeñas victorias son muy importantes para alcanzar nuestros objetivos. Pueden ser inclusive más importantes que las grandes.
Los grandes logros son maravillosos y nos emocionan mucho, pero son esporádicos, difíciles de alcanzar y demandan de mucha fuerza de voluntad para no decaer en el intento por alcanzarlos. Por lo cual, podría decirse que las grandes victorias, si son mal manejadas, pueden ir en detrimento de nuestra productividad.
Por ejemplo, graduarnos de la universidad o terminar un posgrado es algo que pasa luego de muchos años. Casarnos, comprar nuestra primera casa o llegar a ser famosos y triunfar en un ámbito específico, con cosas que no suceden de un día para otro ni todos los días. Son metas, que si bien son necesarias, si solo se tienen esas metas, la falta de entusiasmo nos puede hacer decaer e inclusive llegarlas a abandonar.
Se estarán preguntando cuál es la solución. Es muy sencilla: dividir las grandes metas en pequeñas metas que nos facilite la consecución de muchas pequeñas victorias antes de alcanzar una gran victoria. Y lo bueno de esta estrategia es que no solo es muy fácil de implementar, porque todo gran logro empieza con pequeñas victorias, sino que también nos ayuda a combatir la procrastinación.
LA EXPLICACIÓN
Las pequeñas victorias pueden alcanzarse todos los días y proporcionarnos la energía y el combustible necesarios para seguir adelante, para ser conscientes de que estamos mejorando, de que seguimos encaminados y que nos estamos acercando a nuestra gran meta. Y por ello son tan poderosas e importantes. Es más, podría decirse que son más importantes que las mismas grandes victorias.
Veámoslo en contexto. Tener un emprendimiento que crezca, que emplee a muchas personas y que genere una gran rentabilidad hasta venderlo por millones de dólares a un inversionista, puede ser grandioso. Seguro que lo es y la satisfacción que nos daría sería enorme. Pero antes de alcanzar este sueño, necesitamos pequeños pasos que nos lleven hacia la meta y nos vayan dando energía y felicidad. Es la única manera de lograrlo.
Por ejemplo, celebrar la consecución del primer cliente. Emocionarnos al adquirir la primera oficina propia. Marcar como hitos la vinculación del primer empleado o el primer mes en que podamos pagar la nómina sin esfuerzos ni maromas financieras. Festejar la realización de la primera exportación por pequeña que sea. Disfrutar del lanzamiento de la primera campaña de publicidad a nivel nacional. En fin. Estas son algunas de las pequeñas victorias que podemos vivir mientras se nos cumple esa gran meta y son en las que debemos enfocarnos y celebrar para mantenernos motivados y confiados. Inclusive podrían ser mucho más pequeñas y así contar con muchas más.
IMPORTANCIA
La explicación para que esto pase es lo que llamamos un círculo virtuoso. Cada victoria, pequeña o grande, le proporciona a nuestro cerebro un sentido de recompensa, de satisfacción. Y este circuito o círculo virtuoso nos emociona y nos hace sentir ganas de dar más, de lograr más. Impulsándonos hacia se nuevo reto que nos llevará a una nueva victoria. Y así de manera sucesiva hasta que alcancemos nuestra gran meta.
Por el contrario, si no sentimos esa satisfacción continua por los pequeños pasos que vamos dando, por los logros que vamos alcanzando, sino que nos concentramos únicamente en alcanzar una gran meta, la carencia de recompensa, emoción y satisfacción nos hará más difícil cada una de nuestras tareas, haciendo que el tiempo nos rinda menos y por ende que seamos menos productivos.
No podemos perder de vista estas pequeñas victorias. Sin las pequeñas la grande no pasará. Y además la frustración y la desmotivación nos alejarán de lo que queremos. Las pequeñas victorias son la energía que nos mantendrá con impulso permanente y continuo.
Por otro lado, mientras las grandes victorias son muy esporádicas. Las pequeñas victorias tienen mucha más probabilidad de suceder. Pueden ocurrir incluso todos los días. El reto es no dejarlas pasar sin ser conscientes de ellas ni celebrarlas. Por ello, se recomienda partir las grandes metas en metas pequeñas. No solo por que son más fáciles de alcanzar, sino también porque nos van a generar más momentos de felicidad.
EN PRÁCTICA
Piensa que tu reto sea escribir un libro este año. La meta se ve tan grande y tan compleja que muchos la abortaríamos incluso antes de empezar. Sin embargo, si decimos que queremos escribir una página cada día, hacemos que la meta se vea mucho más alcanzable y la cantidad de días que podríamos celebrar sería mucho mayor.
Crea entonces tantas oportunidades como puedas para tener victorias pequeñas cada día. Entre más tengas mucho mejor, porque el flujo de recompensa y motivación te mantendrá con ganas de dar más. Recuerda la clave para la fijación de metas y redefínelas, pártelas en pequeños componentes. Define qué podrías hacer cada día para sentirte que vas avanzando, no importa lo pequeño que sea. Vuélvelo un hábito y siéntate a celebrar. Todas las veces. Cada que suceda.
Entonces, en lugar de decir que quieres leer doce libros en el año, di que quieres leer un libro cada mes. En lugar de decir que quieres bajar dos kilos en un mes, di que quieres bajar 500 gramos cada semana. En lugar de decir que quieres obtener una nota de 4,0 en el semestre, di que quieres sacar una nota de 4,0 en cada evaluación.
Al final el resultado podría ser el mismo (leer doce libros en el año, bajar dos kilos en el mes y obtener 4,0 como nota semestral) pero el número de veces que habremos alcanzado nuestra meta será mucho mayor. Y por ende tendremos muchas más celebraciones y con ellas será mayor la recompensa de satisfacción y energía que necesitamos para sentirnos motivados y percibir que nos estamos acercando hacia nuestra gran meta. Es vital compensar el tamaño de las victorias con la frecuencia con las que las obtenemos.
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