Aplica la regla de los dos días para implementar nuevos hábitos y cambios en tu vida. Te aseguro que es una garantía de éxito.
Muchas personas me preguntan si hay que hacer las cosas bien todo el tiempo. Si hay que planear todos los días – inclusive los fines de semana –, si hay que estar haciendo algo productivo todo el tiempo o si siempre hay que llegar a tiempo. La respuesta es no. La idea es que tengamos buenos hábitos de productividad y manejo del tiempo entre el 80 y el 90% del tiempo, pero también que disfrutemos nuestra vida y que nos demos el permiso de ser necios de vez en cuanto.
Para explicártelo mejor utilizaré la regla de los dos días, que fue creada por Matt D'Avella, un realizador de documentales, emprendedor y YouTuber, quien, como muchos de nosotros, luchó contra la falta de motivación y los deslices en su productividad.
La regla de los dos días es una de las tres técnicas que conforman el sistema del triple dos. Y junto con la regla de los dos minutos y la regla de los dos años tiene como objetivo ayudarte a implementar hábitos, crear rutinas que perduren en el tiempo y evitar la procrastinación.
El principio de esta regla es que cuando quieras empezar a hacer algo o implementar un comportamiento nuevo en tu vida diaria, debes tratar de hacerlo todos los días. Sin embargo, la técnica admite que de vez en cuando lo dejes de hacer, entendiendo que a veces nos da pereza, en ocasiones sentimos que no tenemos energía para hacerlo o simplemente nos decimos que no tenemos tiempo para ello. Y eso está bien.
Ahora, lo importante es que aunque estos días en que esquivamos nuestro propósito se presenten, no deben darse de manera seguida porque entonces estamos dejando que la procrastinación nos gane y se interponga entre nosotros y nuestra meta.
Piensa en la implementación de hábitos como no comer dulces, meditar quince minutos, hacer ejercicio media hora, leer un par de páginas, escribir una reflexión sobre tus aprendizajes diarios, identificar las tres cosas más importantes que tienes que hacer el siguiente día, acostarte a una determinada hora, alejarte de las pantallas una hora antes de irte a dormir, limitar el tiempo que entras a redes sociales, dejar de llevar al celular a la mesa mientras comes en familia, etc.
Si dejas de hacerlo un día, podrías tener la sensación de que te está quedando grande o de que es muy difícil y por ende tendrás la tentación de abortar el proceso. Seguramente piensas que haber fallado un día es un indicador de que te quedó grande y que lo más fácil sería dejar de perseguir tu menta. Esto se debe a la mentalidad errada y punitiva del todo o nada.
Ten en cuenta que, el hecho de que no lo hagas un día no significa que hayas fallado del todo. Perder una batalla no significa que hayas perdido la guerra. Está bien equivocarse, todos lo hacemos.
Sin embargo, para retomar tu senda de implementación y cumplir el compromiso contigo mismo de alcanzar tus metas, debes comprometerte a que cuando falles, el día siguiente no lo dejarás de hacer. Fallar un día es un pequeño error que es tolerable, pero fallar dos días seguidos es caer en un patrón que te llevará por la senda del fracaso.
Volviendo a nuestros ejemplos, está bien que comas dulce un día, que no medites una mañana durante quince minutos, que una noche no leas esas dos páginas, que una jornada no reflexiones sobre tus aprendizajes, que no planees un día identificando las tres cosas más importantes que tengas por hacer, que una noche dada te acuestes más tarde de lo deseado, que lo último que sueltes antes de acostarte sea tu celular, que te desfases en el uso de redes sociales o que durante un almuerzo tomes los alimentos mientras revisas tu celular. Pero asegúrate de que este desliz no vuelva a suceder el siguiente día.
Ahora, ¿se vale hacer el buen hábito o comportamiento dos días seguidos? ¡Claro que sí! Pero tampoco te exijas mucho, especialmente cuando estés comenzando. El nivel adecuado depende de cada uno de nosotros. Pero no olvides que demasiado de cualquier cosa puede ser perjudicial y contraproducente. El equilibrio y el balance se consiguen con un poco de todo.
Necesitamos los descanso para dar un paso atrás, evaluar nuestro progreso y ganar perspectiva. Ten cuidado de no llevar demasiado lejos tus nuevos hábitos y obsesionarte con ellos. Se supone que la regla de los dos días enciende las bombillas de motivación dentro de ti, no apaga tu entusiasmo.
Los pequeños cambios pueden ser revolucionarios. No importa qué sea lo que sueñes lograr, la magia de la regla de los dos días radica en su aplicabilidad a viejos y nuevos hábitos, acciones grandes o pequeñas y metas tanto profesionales como personales. Lo más probable es que también se extienda el efecto a otras rutinas. Esta regla que te permitirá tomarte varios días libres o de descanso cuando sientas que los necesites, te mantendrá encaminado y profundamente arraigado en tu compromiso con tus objetivos y tus metas. Y la mejor parte de implementarla es: si fallas, siempre puedes comenzar de nuevo.
No olvides que la construcción de hábitos se basa en la consistencia y en la persistencia, no en la perfección. Además, ¿qué tiene de bueno el perfeccionismo? ¡Nada! Deja de idealizarlo.